Is 66,18-21.
Entonces, yo mismo vendré a reunir a todas las naciones y a todas las lenguas, y ellas vendrán y verán mi gloria.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén.
San Cesáreo de Arlés (470-543), monje y obispo
Sermón 7; CCL 103, 37s
Prestad atención, hermanos muy amados: las santas Escrituras se nos han transmitido, por decirlo de alguna manera, como si fueran cartas venidas de nuestra patria. En efecto, nuestra patria es el paraíso; nuestros padres son los patriarcas, los profetas, los apóstoles y los mártires; nuestros conciudadanos son los ángeles; nuestro rey, Cristo. Cuando Adán pecó, nosotros, por así decir, fuimos echados al exilio de este mundo. Pero, puesto que nuestro rey es fiel y misericordioso mucho más de lo que se puede pensar o decir, se dignó enviarnos, por mediación de los patriarcas y profetas, las santas Escrituras, como si fueran cartas de invitación mediante las que nos invitaba a nuestra eterna y primera patria… Por su inefable bondad nos ha invitado a reinar con él.